Al empezar a replantear la reforma integral de un piso, una casa o un local es importante aprovechar los elementos arquitectónicos preexistentes que tienen interés, como por ejemplo los muros hechos de ladrillo cerámico, las vigas de madera, las bóvedas cerámicas u otros elementos que puedan dar personalidad al espacio una vez la obra esté terminada, en este caso nos centraremos en los ladrillos cerámicos.
Las primeras construcciones que se conocen hechas con ladrillos son de hace unos 11.000 años y se encontraron en el levante mediterráneo. Fueron construcciones hechas por los agricultores neolíticos pre-cerámicos en zonas donde no había piedra ni madera.
La mayoría de los edificios de Barcelona construidos a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en el Ensanche, y por supuesto los edificios anteriores a estas fechas en el casco antiguo, destinados a vivienda, se hicieron con muros de carga de ladrillo cerámico manual.
Estos muros con fines estructurales eran habitualmente las fachadas, las paredes medianeras, y las paredes que conformaban los patios de luz, creando así un entramado estructural en ambas direcciones favoreciendo la traba del conjunto.
Antes de empezar la reforma es importante conocer la historia de la ciudad en general y del edificio en concreto en el que se va a trabajar, para poder prever si es probable que nos encontremos con este tipo de elementos que van a dar carácter a nuestro proyecto, antes incluso de poder repicar paredes y abrir techos, que no siempre es posible antes de empezar la obra.
No es suficiente con encontrar estos elementos para realizar una buena propuesta de reforma y dejarlos vistos de una forma indiscriminada. Desde nuestro punto de vista es aún más importante buscar un concepto para intentar encontrar un diálogo interesante con estos elementos preexistentes y la nueva propuesta geométrica y de materialidad.
De esta forma aprovechamos al máximo el potencial del espacio existente con los mínimos recursos y además subrayamos la edad arquitectónica del edificio.